lunes, 30 de noviembre de 2009

Campo del Barça


Ayer 29 de Noviembre se jugaba un importante partido entre el Barça y el Madrid y, como suele suceder en estos casos, hasta última hora no se decide quién disfrutará de los dos asientos de que disponemos como socios: si alguno de mis dos hijos o mi mujer, ya que yo soy casi fijo. Después de árduas deliberaciones y posibilidades se decidió que fuera mi mujer.
Llega el día del partido y amenaza lluvia. Llega la hora de salir de casa y llueve torrencialmente. Mi mujer, camino de coger el metro, me dice que para estar mojánose todo el rate dura el partido que se va para casa. La pregunta fué :" ¿Podré todavía poner a la venta mi carnet?" Mi respuesta: "Seguro que no pues sólo falta una hora y media para que empiece el partido". Y además me quedé yo con los dos carnets.
De camino para el campo comentando con mis amigos que mi mujer no venía, me aconsejaban que vendiera el carnet en el campo, con lo que sacaría un buen dinero para irnos de copas después.
Mi respuesta siempre fué negativa.
A punto para entrar en el campo un chico de unos quince años me dice que si me sobra un carnet. Sin pensarlo dos veces le digo que sí y lo entro en el campo. El chico está la mar de contento pues es su primer "derby" y ya pudo entrar también en el en el Barça-Inter. Semana perfecta.
Llegamos al trompo de la entrada de abonados y al poner un carnet me impide la entrada. Se acerca un empleado, me lo mira y me pregunta "¿Que lo ha puesto a la venta?"
Hostia !!
A que mi mujer lo ha vendido.....Pero si yo tengo los carnets.....
Llamo por teléfono....(la cara del chico era un poema) y me dice que sí que ha vendido el suyo al ponerlo a la venta.
"Pero si el carnet lo tengo yo !!" "Si, pero me sé de memoria todas las claves"
Total que el chico se queda sin entrar, yo que me disculpo lo que puedo y entro en el recinto.
Enseguida caigo en algo que pudiera haber ocurrido: si en lugar de poner (por casualidad) primero el de mi mujer pongo el mío.....el chico hubiera entrado y yo me hubiera quedado en la calle sin ver el partido !!!
La cara de tonto que se me habría quedado habria sido para retratarla.

martes, 10 de noviembre de 2009

Anécdotas (1)


Hace algunos años la empresa donde trabajaba me propuso substituir temporalmente al Responsable de Producción de una planta de producción de Masterbatches en un pueblo llamado Mantes la Jolie a 50 kilómetros de París. Acepté la oferta con la única condición de poder pasar los fines de semana con mi familia en Barcelona dada la gran oferta de vuelos existentes y a precios muy asequibles. El trato era trabajar de lunes a viernes pudiendo yo escoger los vuelos de ida y vuelta a mi comodidad. En principio escogí el vuelo del domingo por la tarde desde Barcelona ya que me permitía estar a primera hora en la fábrica y coger el del viernes por la noche de vuelta a casa.
El hotel en que dormía se llamaba "El Eclipse" y se encontraba en Magnanville a dos kilómetros de la planta, ideal para un pequeño paseo en coche. Como el hotel cerraba por las noches pacté con el responsable del mismo que me facilitara un código permanente para la entrada y que me dejara la llave en la puerta de una habitación cualquiera para yo poder pernoctar sin problemas llegara tarde o temprano. La cosa funcionaba perfectamente. Solamente tenía que pasearme por los pasillos hasta encontrar una puerta con una llave en la misma. Habitación dispuesta, colocar cuatro cosas y a dormir.
Pero la última vez la cosa ya no fué tan perfecta. Llegué al hotel alrededor de las once de la noche, abrí la entrada con el código permanente y me dispuse a recorrer pasillos hasta encontrar mi habitación. Después de recorrer los tres pisos dos veces arrastrando mi maleta de mano me convencí de que no había ninguna habitación preparada para mi.
Había oido que había un portero de noche y me dispuse a encontrarlo. Vana ilusión. El portero no aparecía por ninguna parte.
Ya un poco desesperado di una última vuelta por las habitaciones para ver si por casualidad no me había fijado bien. Me di cuenta entonces de que en una habitación de la planta baja la puerta no estaba bien cerrada del todo. Sigilosamente la abrí un dedo para iluminar el interior con la luz del pasillo y ver si estaba ocupada o no. Fui entrando poco a poco esperando un grito o la alarma de su ocupante, pero no sucedió nada. Estaba vacía.
Feliz ya por la solución del problema, me desvestí, me puse el pijama, encendí la televisión y me metí en la cama.
No habrían pasado ni cinco minutos cuando oí como por medio de una llave alguien abría la puerta. El mundo se me vino abajo. Llegaba el titular de la habitación. Un hombre de unos treinta años me miraba a tarvés de unas gafas de concha con cara de asombro. Y yo sin saber que decir. Y explicarlo en francés, menos. Después de algunos balbuceos y qué hace usted aquí y que ésta es mi habitación y aquí está mi llave, el hombre , un poco mosqueado, me dice que va en busca del portero. Y yo me medio visto y voy detrás suyo. El portero también era mi salvación. Evidentemente el susodicho portero no apareció por ninguna parte. Yo, de vuelta a la habitación empecé a recoger mis cosas y a decirle que lo sentía pero que ya me había metido en su cama. La cosa no debió de gustarle demasiado y me sugirió que yo me sacara habitación de la misma manera que lo había hecho él. Ante mi sorpresa me informó que había un dispensador nocturno automático de llaves para habitaciones libres que funcionaba con una tarjeta de crédito. Me llevó a la misma situada en el exterior y siguiendo sus indicaciones conseguí la llave de una habitación. Se la dí y el me dió la de la mía y todos felices y contentos. El pobre hombre nunca entendió como era posible que yo hubiera entrado en la habitación sin llave. Y yo mientras me metía en "mi" cama me preguntaba si esto era un hotel o lo más parecido a un "puticlub". Si algún día tenía un "rollito" el sistema era ideal por lo discreto.
Desde aquel día cogí el vuelo de Barcelona a París a las seis de la mañana.